ALAIN SOTTO
Preguntándose si las plantas tenían una memoria, Backster recurrió al montaje siguiente: seis de sus alumnos, todos policías, sacaron a suertes una papeleta cada uno. Una de esas papeletas contenía la orden de arrancar de raíz y destruir una de las plantas del laboratorio. El asesino debía cometer su crimen en el mayor secreto. El único testigo había de ser la segunda planta de la estancia. Una vez ejecutado el proyecto, Backster, ignorante de quién era el culpable, conectó la planta testigo al polígrafo e hizo desfilar ante ella a los seis sospechosos. La planta no reaccionó a la presencia de cinco de los policías, pero, cuando entró en la habitación el asesino, la aguja sufrió una subida espectacular.
Cierto día, llamaron a Backster a causa de un
asesinato cometido en una empresa. El drama había tenido lugar en una oficina
adornada con plantas. Tuvo la idea de utilizarlas ya que eran los únicos
testigos. Hizo pasar, uno a uno, todos los miembros del personal ante las
plantas. El resultado fue totalmente
negativo. En efecto, el asesino se supo que era una persona ajena a la empresa…
Las plantas no se equivocaron.